El uso de los aceites esenciales se remonta a la antigüedad y son cada vez más importantes en nuestra rutina de belleza.
El uso de los aceites esenciales se remonta a la antigüedad y son cada vez más importantes en nuestra rutina de belleza. El hombre se ha dedicado al arte de la extracción de las esencias aromáticas desde tiempos inmemoriales. Utilizados originariamente en ceremonias religiosas, para la preparación de perfumes y ungüentos, fueron los primeros remedios terapéuticos para la serenidad y la relajación.
Cada aceite esencial es único, y esta es la principal característica por la cual no se los puede reproducir en un laboratorio, ya que las plantas de las cuales derivan tienen que recogerse en determinados períodos del año y la acción específica de cada especie vegetal depende de lo que se conoce como el “momento botánico”. Por otra parte, los principios activos que contienen los aceites esenciales despliegan una acción fitoterapéutica sinérgica de tres tipos: farmacológico, por su actividad específica; fisiológico, por su capacidad de estimular la producción de neuromediadores que controlan el sistema endócrino; psicológico, por su influencia en el estado de ánimo y el humor.
Nuestra piel cumple importantes funciones – protectora, reguladora de la temperatura, respiratoria, secretoria, defensiva, sensorial y de reproducción celular – en conexión con el cerebro y ya no hay dudas de que nuestros estados de ánimo pueden provocar manifestaciones a nivel epidérmico.
En efecto, la piel contiene receptores específicos conectados con la zona del cerebro que produce sensaciones de seguridad o de peligro. Este conocimiento es la base de la neurocosmética, que estudia la manera de enviar al cerebro un mensaje “placentero” a través de un cosmético denominado neurosensorial para aumentar la concentración de dopamina y serotonina, neurotransmisores de la felicidad.
Este mensaje llega a través de un mecanismo sensorial, mental y emotivo placentero que actúa directamente en las terminaciones nerviosas de la piel, que estimulan la activación de los receptores de la vista, el tacto, el gusto y el olfato. Los neurocosméticos más activos se encuentran, precisamente, en los aceites esenciales. Por ejemplo, el aceite esencial de lavanda produce una sensación relajante y se lo recomienda para reducir el stress y favorecer el sueño, incluso aplicando algunas gotas en el ángulo superior de la funda de la almohada.
Su condición de esencias perfumadas es el aspecto más romántico y atractivo de los aceites esenciales. Al conocerlos mejor, descubrimos que son una mezcla muy compleja de sustancias volátiles aromáticas que producen naturalmente las plantas en pequeñas cantidades. El método de extracción depende del tipo de planta que se utilice. El prensado, por ejemplo, es un método costoso que se utiliza casi exclusivamente para las pieles de los cítricos y garantiza óptima calidad del aceite que se extrae. Otro método consiste en la destilación por arrastre de vapor, que se realiza colocando la planta por destilar dentro de un recipiente de grandes dimensiones, cerrado con una tapa conectada a una serpentina de enfriamiento; en el extremo del alambique hay una serie de boquillas a las que llega vapor de agua a 110ºC que, al interactuar con las membranas vegetales de la planta, hace que se desprendan los aceites esenciales. Estos se conducen luego hacia el exterior del alambique y, al enfriarse el vapor, se obtienen dos productos: el aceite esencial y su hidrolato, que se separan por diferencia de densidad obteniendo así el aceite esencial puro. Sin embargo, el método más antiguo para extraer los aceites esenciales es la destilación a fuego directo y se diferencia del anterior porque la planta se sumerge directamente en agua hirviente. Por último, la destilación por arrastre de vapor al vacío permite utilizar temperaturas más bajas para una mejor conservación de los aceites esenciales que se obtienen.
En la mayoría de los casos, los aceites esenciales a temperatura normal son líquidos, volátiles, de consistencia oleosa, más o menos fluidos y obviamente aromáticos. Son poco solubles en agua, pero al ser ligeramente hidrófilos, le transmiten su aroma y son totalmente solubles en alcohol, éter y en la mayor parte de los disolventes orgánicos.
Son muy concentrados y se los encuentra en diferentes partes de la planta, como las flores, la resina, la corteza, las raíces, la piel de los frutos, las hojas, las frutas y la madera. Estimulan intensamente el olfato, ya que se volatilizan a temperatura ambiente. El ser humano puede absorber los aceites esenciales a través de dos canales: externo, mediante inhalación y absorción epidérmica por ejemplo con los baños; o bien interno, por consumo oral. Desde el punto de vista químico, son productos ricos en terpenos, que aportan a cada uno su característica aromática, y en fenilpropan, un gas natural que libera en el aire los terpenos y los transporta hasta nuestra nariz. Los terpenos son biomoléculas que representan los precursores de los esteroles y del colesterol. Algunos contienen terpenoides, es decir vitaminas liposolubles A, D, E y K, que son sustancias que se encuentran dentro de las cinco capas epidérmicas. Asimismo, combinados con aceites vehiculares como el de jojoba, el de semillas de girasol y el de almendras dulces, los aceites esenciales representan los lípidos más afines a las clases químicas de los lípidos intracelulares, es decir los aceites grasos esenciales, las ceramidas y el colesterol. Se los encuentra en la piel perfectamente proporcionados, pero cuando uno de ellos ya no es dominante estamos frente a una carencia de ácidos grasos esenciales, como sucede en las pieles seniles, a un déficit de colesterol, como en las pieles con dermatitis atópica, o a una falta de ceramidas, como en las pieles con dermatitis por contacto o pieles muy secas. Algunos estudios han demostrado que la aplicación de mezclas inadecuadas puede separar las capas lipídicas intercelulares, con la consiguiente permeabilidad en la capa córnea. La reintegración con aceite esencial combinado con el aceite vehicular adecuado restablece el equilibrio cutáneo. A raíz de todo esto, podemos decir que el masaje es en un importante vehículo para la belleza de la piel y del cabello. Son infinitas las aplicaciones en este campo, no solo para el tratamiento cutáneo sino también como medio de administración para el tratamiento de enfermedades generalizadas, ya que aprovecha la capacidad de la dermis de absorber los aceites esenciales.
Por tanto, los aceites esenciales como componentes activos no podían faltar por ningún motivo en la formulación de los productos y tratamientos para la salud y la belleza de la piel, el cabello, e incluso de la mente, ofrecidos por Medavita.
En efecto, contamos con un producto clásico de altísima eficacia constituido por un complejo de extractos vegetales, entre los que se encuentran los valiosos aceites esenciales con innumerables funciones: antioxidante, antinflamatoria, antibacteriana y estimulante, por mencionar solo algunas. Ofrecemos tratamientos a base de aceites esenciales de lavanda y de caléndula para calmar, distender y relajar. El aceite esencial de tea tree purifica y tiene propiedades antibacterianas, mientras restablece el equilibrio natural de la piel, con una sensación de frescura y limpieza. Otro ejemplo es el aceite de jengibre, un potente antiinflamatorio, desinfectante y energizante que vigoriza con sus notas picantes. En síntesis, todas estas esencias aromáticas nos permiten entrar en contacto con la belleza y la armonía de la naturaleza, al obtener de ella una sensación de bienestar interior que abre las puertas a nuestros sentidos más profundos.
Los beneficios son sumamente variados:
• acción antiséptica
• antiinflamatoria
• antimicótica
• cicatrizante
• desodorizante
Los mismos efectos se pueden aprovechar en los tratamientos para el wellness y la belleza de la piel y las mucosas.
Durante el masaje con aceites esenciales las partículas aromáticas del aceite esencial ejercen su acción terapéutica tanto a través de la inhalación como de la absorción cutánea.
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